16 marzo 2011

Acto sin numero, Ensombrecido el camino...

Akketti llego a un paramo solitario a mitad del bosque. Había corrido ya durante varias horas y estaba decidido a llegar a sitio.
Sin embargo, si continuaba corriendo a este ritmo, no llegaría con las fuerzas que necesitaría para combatir. Había demasiado en riesgo y no podía darse el lujo de cansarse mas de lo que podría reponerse, se daba cuenta de eso con cada paso que arrancaba tierra del suelo… así que se detuvo en aquel tramo inconcluso del bosque. Estaba exhausto, y a pesar de su grueso pelaje, tenia frio.
Pero el intenso frio nocturno no parecía afectar a la hojarasca que desprendían los extraños árboles que crecían en aquellas tierras extrañas, parecían la yesca perfecta para una buena fogata y Aketti no desaprovecho esta oportunidad: reunió un grupo considerable de hojas y ramas, para prenderles fuego después con el pedernal que cargaba en una bolsilla atada a su pierna, herramienta bastante útil en noches como esta, que recordaban a Aketti los montes del oeste, donde igual el cielo de plomo y el viento helado calarían hasta los huesos a un ser humano, donde la luna se esconde de los mortales con su  halo impasible de indiferencia hacia unos, pero protegiendo a otras criaturas desventuradas.
Aketti puso la flama que cobraba fuerza en sus manos a un montón de madera vieja y seca que también había acumulado. Entonces se dio cuenta que no podría mantener esa forma si quería descansar unas horas. Desgastaba demasiado.
De manera gradual perdió el cabello que cubría su cuerpo, sus ojos de ver formas y figuras que de otra manera hubieran quedado invisibles en la oscuridad. Sus músculos se desentumieron y empequeñecieron, al igual que sus orejas, su hocico y sus extremidades. Finalmente quedo a merced de los elementos y el frio que hace un momento le parecia una suave brisa, calaba hasta los huesos: Había cobrado forma humana.
Los Brazos de Aketti se le entumieron, así que tomo toda la vestimenta de licano que tenia en lo que antes parecía una bolsilla, y ahora era toda una mochila. se vistió como pudo, y se tendió bajo una casa de campaña que coloco cerca de la flama. se estaba calentando al fin. Por ahora, no tenia caso pensar en la cruenta batalla que se desarrollaba a lo lejos en el horizonte usurpado por el bosque. Por ahora, lo mejor era dormir.
Entonces, al poner la cabeza sobre la almohada, todo su cuerpo ser relajo, todas sus dudas desaparecieron. Se perdió entre sus anhelos, deseos y alegrías que aun le dominan en la vida. Se había reencontrado felizmente en el mundo de los sueños. Una de tantas razones por las que Akketti adoraba tanto dormir…

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