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Algo sacudió su gabardina. algo invisible se había metido entre los arbustos. Y después silencio, silencio... No le dio importancia, y siguió caminando. utilizo su bastón para apoyarse y subir la cuesta que se alzaba sobre su cabeza. Había algo diferente, Ahora sus pies a cada paso estaban mas débiles, mas torpes.. de repente sus piernas no quisieron seguir avanzando, y sus rodillas besaron torpemente el suelo. Le faltaba el aliento... y esa cosa invisible rozo su cuerpo otra vez. Mantuvo el aliento. "maldita impertinencia" pensó "necesito subir esta colina, alejate de mi y de mis ideas. No necesito regresar a casa ahora... no ahora que nadie me espera..." ─SUELTAME─ Le ordeno al ser, quien ya se había apoderado de gran parte de su cuerpo, como un deseo potente de redención y de culpa, como si quisiera hacer ver que el paso de sus pasos estaba ya enredado, y que debería regresar a donde sus sueños habían comenzado a retoñar "No, me alejare de lo que quiero..." ─subire esta colina aunque me cueste mis piernas...─ murmuro.
Intento mover las piernas, y cuando comenzaron a responderle un fuerte viento le golpeo el rostro, y lo tiro de espalda al suelo. Estaba jadeante, a pesar de que se había movido solo un par de centímetros en 2 horas. No podía mas, y aquella misma posición lo movió bajo la colina.
Su bastón...
Aun le quedaba una opción. Tomo su bastón antes que se alejara demasiado de el, y comienzo a invocar las runas que le habían enseñado cuando estaba en los montes de tierra suelta.
Ahora hijos de la tierra
Ahora que estoy lejos, y el delirio me lleva a lo añejo
Ahora que me salve del ignívomo,
Ahora que mis piernas son de plomo
Dame fuerzas abadejo, ayudame agracejo
Necesito salir de aquí
Sacame de este estado de maniquí
Conforme las palabras salían de su boca su bastón comienzo a tornarse de un color azul verdoso y sus manos se calentaron con la fuerza de voluntad que se materializaba en su cuerpo.
Lentamente la ola de viento que le rodeaba comenzo a alejarse y sus fuerzas regresaron, Sus piernas finalmente quedaron libres y la vida que estaba a punto de salir de sus labios regreso a donde sea que se guarda en el cuerpo. Soltó el aire y aquel ser que casi le quita la vida se materializo frente a el. Una Pequeña serpiente alzo la cabeza sobre el suelo y lo miro detenidamente. Su piel era color azul oscuro y alrededor de su cabeza viajaban dos flechas hacia su espalda.
─Por favor disculpame─ le dijo el ser, con una voz relajada, grave y un poco insensible ─Con esas prendas te confundí con uno de los domadores que han estado viajando por estos caminos.─
─no hay problema─ dijo el viajero.
Se levanto. Sus piernas aun no habían recuperado el control completo, pero siguió caminando.
─¿a donde vas? aun no estas recpuerado─
no escucho la serpiente, y siguió subiendo. Llego hasta arriba y miro la cuesta en la que se convertía el suelo. Una mano le fue tendida.
─Señor Aketti─ le dijo el viajero
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