25 marzo 2011

Memoria De Bronce

Bueno, allí estaba el jovenzuelo. Había llegado luego de 7 días de caminata a la ciudad de 12 Peldaños, una tranquila media ciudad semi urbana, llena de calles un poco apretujadas y todas puestas de manera que pareciera que algún gigante se paso el día jugando con sus muñequeáis y los dejo allí de manera magistral, pero abandonado. "Abandonado..." tenia en mente el chico, con su perro a su lado, mirando al frente igual que el. "ojala y no este abandonado como las otras 3 ciudades..." Desde hace varios kilómetros el hambre de agua, comida caliente y, con un poco de suerte una cama caliente. Después de tantas ciudades fantasma, 3 bosques y una montaña que solo cedió a ser rodeada por el humanito cualquiera tendría hambre de lo mismo, era lo menos que merecía. Sin embargo un olor a hojas podridas en la distancia, proveniente de detrás de los muros de la ciudad le indico que no habría sino lo mismo, siempre el olor a hojas podridas era señal de ciudad vacía. Pero "que chingados... la esperanza es lo ultimo que muere" se dijo a si mismo, mirando hacia atrás para ver si algún transporte llegara. No, ni un caballo, ni trotamundos, ni orugas... nada. Entonces se acerco a las puertas que daban a la carretera por la que venia. Abierta de par en par.g
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Se tiro en el piso de concreto, en la mitad de una calle solitaria. Las nubes amenazaban con lluvia, pero... el viento estaba muy rico. No se movió
Un mercado le sonrió a lo lejos, el refrigerador apenas comenzaba a descongelarse, y toda la carne y la comida estaba fresca, no perdió el tiempo y la seco con sal, guardo un poco para la cena y siguió su camino al centro.
Un caudal de agua le impedía seguir adelante, pero a su derecha un puente le hacia gestos para que suba y acorte el camino. De un conjunto habitacional saco una colcha, bolsas de plástico y algunos artículos para acampar. Todo listo
 El centro de la ciudad era una plaza de mármol gris y muchos edificios de muros de piedra de aspecto colonial, y al centro de ella había una gigantesca estatua de cobre, de un hombre naciendo de las entrañas de un árbol, guardián perpetuo de una ciudad abandonada por sus propios constructores. ─Wow ─dijo el chico mirando sorprendido el monumento de ideal fantasma ─me pregunto que contaría esa memoria bronce de las cabezitas que levantaron las mentiras en las que ahora me toca sobrevivir. A la sombra del gigante el vagabundo hizo una casa de acampar, con madera de alrededor hizo una fogata donde cocino la carne que no había hecho conservar y se uso, como siempre, ─mientras acariciaba su perro─ a contar la cantidad de animales con los que le tocaría compartir su cama de cemento.

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