21 noviembre 2013

Tengo los dedos rotos.

Rotos de intentar salvar dedos ajenos poniendo el ejemplo, colocando los mios en su lugar. Recuerdo cuando apunte en la dirección equivocada y mis nervios se astillaron solamente queriendo corregir el rumbo. Y cuando mis tendones salieron de su lugar por estar jugando, queriendo probar mis limites. Y la vez que intente tronarlos por pura codicia tratando de ganar en el juego del placer.
Tengo los dedos rotos de masturbarme con las palabras que chorrea mi pluma erguida.
En fin, tengo los dedos rotos, pero rotos por voluntad propia, domado por la vergüenza y la conformidad, y por historias que me incitan a seguirlos rompiendo cuando mi voluntad supere mis tejidos, en la cotidiana esencia del que hacer diario.

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