El ronroneo del camión me devolvió a la vida en un chillido casi inaudible. A mi alrededor las sirenas marcaron un mesmerismo de la dura realidad a la que acabo de regresar.
Estoy fuera. Es tarde. Soy tarde. Mi cuerpo se vomita a si mismo en el suelo y escucho mi propia sangre regada en el suelo. Nadie se acerca, todos suenan a que corren hacia ningún lado, con todos esos… aparatos, esperando atender a cualquiera que no sea yo. Me incorporo. Las calles se burlan de mi ignorancia y los vidrios en el suelo aúllan al quebrarse bajo mis zapatos. No me han visto, “quizás el seguro no me cobre después de todo, si logro salir de aquí…” cada vez el susurro de mis palmas rascando los muros me lleva cada vez mas lejos del bullicio. Una llave crepita alrededor de una cerradura rentada. Mis pasos hacen eco en las paredes vacías de mi, llenas de silencio. Mi cama rechina alegremente al recibir mi cuerpo cansado que respira lentamente mientras una sirena en la distancia me recuerda que en el pasado, esta misma cama poseía una sirena, que me hizo aullar y quemar mis oídos, pero el sueño me llama, mis parpados pesan. Mi corazón va extraño, tengo frio… una sirena a lo lejos…
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